martes, 31 de agosto de 2010

Encuentro: miércoles 1 de septiembre- 9 hs

¡Bien por las propuestas! En tanto hay varios a los que se les complica reunirnos el jueves, nos encontraremos entonces mañana miércoles a las 9 hs. en el Puente Negro que está al lado de la Estación Sud, para comenzar con una mirada desde lo alto y, luego, salir a vagabundear.
A orillas de alguna vía tomaremos unos mates mientras conversaremos sobre Benjamin y de Certeau, cruzaremos teoría y recorrido o recorrido y teoría, veremos qué es lo que nos sale...
No tengo termo, ¿puede llevar alguien el equipo de mate?
Hasta mañana!

lunes, 30 de agosto de 2010

Mirones y caminantes


Durante el encuentro anterior empezamos a poner nuestras percepciones en estado de alerta. Dejando por un rato el sedentarismo visual/intelectual al que estamos acostumbrados, un ejercicio muy simple nos volvió un poco nómades y mediante el registro de olores, sonidos, texturas nos aproximamos a la ciudad de una manera más completa, al mismo tiempo que tomamos conciencia de lo fragmentario.
Comenzamos a analizar el frente de nuestro edificio. Gisela, con su mirada medievalista, aportó la caracterización más ajustada: "parece un palimpsesto". Esos muros y puertas dan cuenta de distintas representaciones, de grupos que pugnan por tener visibilidad, por tener el poder de representar. Distintas técnicas (graffiti, sténcil, pintura mural, cerámicos), soportes (discursivos y/o visuales) y emplazamientos sugirieron que esas marcas supusieron decisiones en el momento de haber elegido cómo plasmarlas, decisiones que suponen un tiempo previo de reflexión, de cálculo de recursos materiales, de manos haciéndolas posibles.
Ese frente se nos presentó, claramente, como un espacio activo, vital, en el que el debate de distintas voces se yuxtaponen, se superponen.
Una parte de nuestros muros exteriores no tiene esa dinámica, ¿cuál? ¿por qué? ¿Por qué ninguno de nosotros propusimos mirar la pared que está sobre calle San Juan? ¿Nos olvidamos?
María cursó este seminario, con ella vagabundeamos por algunas partes de la ciudad, iba a hacer su trabajo final escrito sobre el indio que está en Choele-Choel. Me duele mirarlo, no quiero analizarlo formalmente.

Diana

La imaginación al poder

Bahía Blanca 2010.
Para corroborar la información que me había dado telefónicamente un empleado acerca de la posibilidad de que subamos en Grünbein, fui ayer a la estación. Tren en la vía, algunas personas esperando en el andén para subir, ventanilla de venta de pasajes con la luz y la computadora prendidas. Esperé diez minutos, llamé varias veces para que me atendieran, hasta que me cansé y me fui sin poder ver a nadie.
Llamo por teléfono esta mañana. La voz de otro empleado me informa que el tren no se detiene en esa estación, que deberíamos hacerle señas para que, si el maquinista quiere, nos podamos subir.
No me parece que se justifique movilizar el colectivo de la UNS para lo que puede llegar a ser sólo una posibilidad. La experiencia ferroviaria descarriló en el intento, quizás para que nos preguntemos cómo y por qué funcionamos así como sociedad.
¿Sigue siendo el aula el mejor espacio para aprender? No tenemos aula asignada, somos muchos para el pequeño espacio del gabinete, ¿dónde nos encontramos para intercambiar ideas sobre la ciudad ferro-portuaria?
Propongo que volvamos al horario del jueves, para que podamos estar todos. ¿En dónde? ¿Qué sugieren?
Diana

jueves, 26 de agosto de 2010

Viajar en tren... la clase de la próxima semana

La clase del seminario de la próxima semana la tendremos el día miércoles 31 por la mañana. Nos reunimos a las 8 hs. en la puerta principal del edificio de Humanidades. Desde allí el colectivo de la universidad nos llevará hasta Grumbein y de vuelta tomaremos el tren. Durante los trayectos iremos trabajando sobre los textos indicados en el cronograma.

domingo, 22 de agosto de 2010

El placer de vagabundear

Por Roberto Arlt

Comienzo por declarar que creo que para vagabundear se necesitan excepcionales condiciones de soñador. Ya lo dijo el ilustre Macedonio Fernández: "No toda es vigilia la de los ojos abiertos".

Digo esto porque hay vagos, y vagos. Entendámonos: entre el "crosta" de botines destartalados, pelambre mugrienta y enjundia con más grasa que un carro de matarife, y el vagabundo bien vestido, soñador y escéptico, hay más distancia que entre la Luna y la Tierra. Salvo que ese vagabundo se llame Máximo Gorki, o Jack London, o Richepin.

Ante todo, para vagabundear hay que estar por completo despojado de prejuicios, y luego ser un poquitín escéptico, escéptico como esos perros que tienen mirada de hambre, y que cuando los llaman menean la cola, pero en vez de acercarse se alejan, poniendo entre su cuerpo y la humanidad una considerable distancia.

Claro está que nuestra ciudad no es de las más apropiadas para el atorrantismo sentimental, pero ¡que se le va a hacer! Para un ciego, de esos ciegos que tienen las orejas y los ojos bien abiertos inútilmente, nada hay para ver en Buenos Aires, pero, en cambio, ¡qué grandes, qué llenas de novedades están las calles de la ciudad para un soñador irónico y un poco despierto! ¡Cuantos dramas escondidos en las siniestras casas de departamentos! ¡Cuántas historias crueles en los semblantes de ciertas mujeres que pasan! ¡Cuánta canallada en otras caras! Porque hay semblantes que son como el mapa del infierno humano. Ojos que parecen pozos. Miradas que hacen pensar en las lluvias de fuego bíblico. Tontos que son un poema de imbecilidad. Granujas que merecerían una estatua por buscavidas. Asaltantes que meditan sus trapacerías detrás del cristal turbio, siempre turbio, de una lechería.

El profeta, ante este espectáculo, se indigna. El sociólogo construye indigestas teorías. El papanatas no ve nada y el vagabundo se regocija. Entendámonos. Se regocija ante la diversidad de tipos humanos. Sobre cada uno se puede construir un mundo. Los que llevan escrito en la frente lo que piensan, como aquellos que son más cerrados que adoquines, muestran su pequeño secreto... el secreto que los mueve a través de la vida como fantoches.

A veces lo inesperado es un hombre que piensa matarse y que lo más gentilmente posible ofrece su suicidio como un espectáculo admirable y en el cual el precio de la entrada es el terror y el compromiso en la comisaría seccional. Otras veces lo inesperado es una señora dándose de cachetadas con su vecina, mientras un coro de mocosos se prende de las polleras de las furias y el zapatero de la mitad de cuadra asoma la cabeza a la puerta de su covacha para no perder el plato.

Los extraordinarios encuentros de la calle. Las cosas que se ven. Las palabras que se escuchan. Las tragedias que se llegan a conocer. Y de pronto, la calle, la calle lisa y que parecía destinada a ser una arteria de tráfico con veredas para los hombres y calzada para las bestias y los carros, se convierte en un escaparate, mejor dicho, en un escenario grotesco y espantoso donde, como en los cartones de Goya, los endemoniados, los ahorcados, los embrujados, los enloquecidos, danzan su zarabunda infernal.

Porque, en realidad, ¿qué fue Goya, sino un pintor de las calles de España? Goya, como pintor de tres aristócratas zampatortas, no interesa. Pero Goya, como animador de la canalla de Moncloa, de las brujas de Sierra Divieso, de los bigardos monstruosos, es un genio. Y un genio que da miedo.

Y todo eso lo vio vagabundeando por las calles.

La ciudad desaparece. Parece mentira, pero la ciudad desaparece para convertirse en un emporio infernal. Las tiendas, los letreros luminosos, las casas quintas, todas esas apariencias bonitas y regaladoras de los sentidos, se desvanecen para dejar flotando en el aire agriado las nervaduras del dolor universal. Y del espectador se ahuyenta el afán de viajar. Más aún: he llegado a la conclusión de que aquel que no encuentra todo el universo encerrado en las calles de su ciudad, no encontrará una calle original en ninguna de las ciudades del mundo. Y no las encontrará, porque el ciego en Buenos Aires es ciego en Madrid o en Calcuta...

Recuerdo perfectamente que los manuales escolares pintan a los señores o caballeritos que callejean como futuros perdularios, pero yo he aprendido que la escuela más útil para el entendimiento es la escuela de la calle, escuela agria, que deja en el paladar un placer agridulce, y que enseña todo aquello que los libros no dicen jamás. Porque, desgraciadamente, los libros los escriben los poetas o los tontos.

Sin embargo, aún pasará mucho tiempo antes que la gente se de cuenta de la utilidad de darse unos baños de multitud y de callejeo. Pero el día que lo aprendan serán más sabios, y más perfectos y más indulgentes, sobre todo. Si, indulgentes. Porque más de una vez he pensado que la magnífica indulgencia que ha hecho eterno a Jesús, derivaba de su continua vida en la calle. Y de su comunión con los hombres buenos y malos, y con las mujeres honestas y también con las que no lo eran.

viernes, 20 de agosto de 2010

Bienvenidos al blog del seminario H.J. del área de Historia del Arte y la Cultura. Ante cualquier consulta, no duden en comunicarse con nosotras vía mail o por medio de los comentarios. Personalmente, pueden encontrarnos en el gabinete 21 del 6° piso los jueves a partir de las 16 hs. Los esperamos.

Cronograma del seminario

Cronograma

La bibliografía marcada en anaranjado será leída en el transcurso de la clase. Las lecturas indicadas en el programa y no en el cronograma son de carácter optativo.