viernes, 3 de diciembre de 2010

Nuestras ciudades (in)visibles: la ciudad de Leo

Bahía Blanca es una ciudad extraña, llena de paradojas por donde se la mire. Para comenzar podría intuirse que por su nombre se encuentra muy ligada al mar, como si ciudad y océano estuvieran muy relacionados. Pero sus habitantes no tienen mucha relación con él. El mar (por más que esté a unos pocos kilómetros) parecería estar a mucha más distancia, dado que en realidad es otra localidad la que se encuentra entre bahía y el océano. El puerto que allí se ubica pertenece en su mayor parte a unos pocos, que privatizándolo llenan sus bolsillos de gran cantidad de dinero. Por más que Bahía se autoproclame como salida al mar, en realidad es una salida para unos pocos. Otra paradoja (siendo una zona marítima) es como el principal y lógico recurso proveniente del mar (la pesca) también se está agotando.

Yendo hacia el interior de la ciudad seguimos encontrándonos con más particularidades. Es una ciudad grande y heterogénea, pero a la vez chica, de hecho los habitantes se conocen bastante entre sí a pesar de ser bastantes. Además pueden verse resumidas y condensadas en esta ciudad características del país en el cual está inmersa. El centro está lleno de negocios y locales. Sus veredas son transitadas por personas que miran y compran artículos minoritariamente imprescindibles. Pero basta con transitar las afueras de la ciudad para encontrarse con la realidad. Calles de tierra, casas de chapa (a menudo agolpadas en estilo “casa chorizo”) donde sus habitantes viven en un estado de precariedad absoluta. Muchas veces ni siquiera hay números para identificar las direcciones de los distintos hogares (o a veces estos números no siguen un patrón lógico).

Pero en las afueras también pueden verse barrios muy distintos. Rodeados de un alambrado que no sirve para encerrar a los sujetos que viven dentro: ellos mismos buscan aislarse de la realidad. Sus casas son lujosas y están rodeadas de árboles. Estos barrios privados o “countrys” (así los llaman) son como una especie de universo paralelo. Lo más curioso es el hecho de que el encargado de gobernar esta ciudad vive en uno de estos lugares, tan extraños, aislados y artificiales, alejados de la comunidad que esta persona debería palpar y sentir además de gobernar.

En el plano cultural también se ven paradojas interesantes. Por un lado encontramos pocos pero variados museos dentro de la ciudad. Pero al margen de este circuito cultural pueden verse en las paredes y los muros grafitis y murales con multiplicidad de mensajes. Pero estos intentos de llamar la atención en la mayoría de los casos no funcionan, ya que los habitantes de la ciudad suelen ser transeúntes nada más, solo circulan en pos de objetivos específicos y para dirigirse a ciertos lugares. Su tránsito es conducido por los circuitos preestablecidos de la ciudad. Solo hay unos pocos caminantes, de esos que circulan para caminar y sentir la ciudad y las múltiples imágenes que están allí. Es como si en este sistema donde todo es apremio y apuro no tuviéramos derecho a tomarnos algo de tiempo para vagabundear.

Esta ciudad no solo tiene paradojas en cuanto a su presente sino que las arrastra desde su pasado.

Surgió como un fuerte, estructura que nos invita a pensar en una función defensiva cuando en realidad su objetivo era cumplir una misión ofensiva.

A medida que fue creciendo muchos idealistas veían a esta ciudad como una metrópoli de un futuro prodigioso, cuando en realidad tuvo un desarrollo parcial y direccionado. Estos idealistas no vieron que en realidad las metrópolis eran otras, y que a esta ciudad le tocaba ser colonia según los designios de quienes viven en aquellas.

En el presente los edificios viejos pueden observarse como postales del pasado. La mayoría ni siquiera son vistos con atención o son considerados vejestorios inútiles, o por el contrario cambiados o cercenados para albergar negocios. Solo basta con dirigir la mirada a una esquina muy transitada donde en la actualidad funciona un local de comidas rápidas de alcance internacional, donde los despojos de un viejo edificio combinados intencionalmente con el negocio de hamburguesas configuran uno de los mayores monumentos a la globalización vistos hasta el momento.

Podría decirse mucho más de Bahía, pero es una ciudad algo extraña como para descifrarla de manera profunda en un solo viaje. Quedará para los futuros viajes y los próximos vagabundos seguir describiendo las características de esta pequeña y gran ciudad.

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